Durante mi paso por la ciudad de Huesca, hice una parada obligada en uno de sus mayores tesoros: la Catedral de Santa María, un edificio gótico que sorprende tanto por su sobriedad exterior como por la riqueza artística que encierra. Situada en el casco antiguo, muy cerca de la antigua muralla y de la Plaza de la Universidad, esta catedral es mucho más que un templo: es un pedazo vivo de la historia de Aragón.
De mezquita a catedral
Lo que más me impactó fue descubrir que la catedral se levanta sobre una antigua mezquita musulmana. Tras la reconquista de la ciudad en el siglo XI, el lugar se transformó primero en iglesia románica y, más adelante, en el majestuoso edificio gótico que vemos hoy. Caminar por su interior es recorrer siglos de historia religiosa, cultural y artística.
El retablo: una joya de alabastro
Sin duda, el corazón de la catedral es su retablo mayor, una obra maestra del escultor Damián Forment, realizada en alabastro a principios del siglo XVI. Me quedé un buen rato observando los detalles: escenas de la vida de la Virgen, figuras delicadamente esculpidas, y una composición que transmite fuerza y serenidad a la vez.
Cada ángulo revelaba algo nuevo. Es una de esas piezas que no se miran solo una vez: se contemplan, se estudian y se sienten.
Gótico sobrio, pero imponente
La arquitectura de la catedral es gótica aragonés, de líneas limpias y elegantes. Las bóvedas altas y los ventanales aportan luz y verticalidad al espacio, mientras que los capiteles y relieves conservan ese aire medieval que tanto fascina.
También me llamó la atención la portada de entrada, ricamente decorada con figuras bíblicas, y la torre campanario, desde donde antiguamente se vigilaba la ciudad.
Más que una visita cultural
Lo que hizo especial la visita fue el ambiente: silencio respetuoso, aroma a piedra antigua y una sensación de recogimiento que solo se experimenta en lugares sagrados con historia. El pequeño museo anexo también vale la pena, con piezas litúrgicas, pinturas y manuscritos.
Consejos para la visita
- Ideal para una mañana cultural en el centro de Huesca.
- Entrada económica y con opción de visita guiada o audioguía.
- No te pierdas el claustro y la sacristía, también muy interesantes.
- Justo al salir, puedes disfrutar de una terraza cercana y observar el templo desde fuera con calma.
La Catedral de Huesca no es grandilocuente, pero tiene alma. Es uno de esos lugares donde el arte, la fe y la historia se entrelazan de forma natural. Un rincón perfecto para quien busca conocer el pasado desde la belleza del presente. Sin duda, fue uno de los momentos más íntimos y enriquecedores de mi viaje por Aragón.
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