Cañón de Añisclo: Un viaje al corazón salvaje de Ordesa

Mi exploración del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido no estaría completa sin mencionar una de sus joyas más impactantes y menos transitadas: el Cañón de Añisclo. Esta garganta natural, tallada por el río Bellós durante milenios, es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido y la naturaleza se muestra en su forma más salvaje y vertical.

Lo visité en primavera, cuando el deshielo alimenta el caudal del río y las paredes del cañón rebosan vida. El contraste entre los acantilados calizos, cubiertos de musgos y vegetación, y el rugido constante del agua crea una atmósfera casi mística. Avanzar por el sendero, entre el murmullo del río y el canto de las aves, me hizo sentir pequeño… pero libre.

Ruta desde San Úrbez

Accedí al cañón desde la ermita de San Úrbez, punto de inicio de una ruta circular sencilla pero impresionante. El antiguo puente medieval sobre el río Bellós da la bienvenida a un recorrido que combina historia, naturaleza y emoción. A lo largo del camino, pasé por grutas, miradores naturales y pasarelas de madera que se aferran a la roca.

Cada curva del sendero ofrecía una vista nueva, siempre dominada por el juego de luces entre el sol y la espesura del bosque. Añisclo es un espectáculo vertical: paredes que se alzan como fortalezas, árboles que crecen entre grietas imposibles, y un río que ha esculpido su reino con paciencia infinita.

Una alternativa tranquila a Ordesa

A diferencia del valle de Ordesa, el Cañón de Añisclo recibe menos visitantes, lo que lo convierte en un destino ideal para quienes buscan soledad, silencio y conexión real con la naturaleza. Aquí no hay refugios ni bares, solo el eco del agua y el viento.

Es también un lugar perfecto para quienes disfrutan del senderismo más contemplativo, aunque hay rutas exigentes para los más aventureros, como las que suben hacia la Faja de la Pardina o el collado de Añisclo.

Consejos para la visita

  • Primavera y otoño son ideales: colores vivos, buen caudal y menos calor.
  • Lleva buen calzado, agua y algo de comida: no hay servicios en la ruta.
  • Respeta el entorno: es un espacio protegido y frágil.

El Cañón de Añisclo no es solo un paisaje, es una experiencia sensorial. Caminar por él es dejarse envolver por el poder de la naturaleza en estado puro. Para mí, fue uno de los lugares más impactantes del Pirineo. Un rincón secreto que, una vez descubierto, nunca se olvida.


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