Superposición del sitio

De Ripollet a Sant Hilari de Sacalm, en bicicleta.

Sant Hilari de Sacalm es uno de los pueblos que tienen ganado mi corazón, y porqué no, hacer el primer viaje en bicicleta a un lugar precioso. Y aquí, te cuento mi historia.

Ir hacía Sant Hilari de Sacalm.

Para mi primer viaje, se unió un compañero. Sería mucho más «sencillo» si se producía cualquier incidente. Decidimos salir desde Ripollet, un lugar que nos parecía adecuado para nuestro objetivo, con una distancia de 80 km del destino.

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Con la motivación necesaria.

Al salir, lo primero que nos dimos cuenta es que nos sobraba ropa. Tengo costumbre de ir con pantalones cortos, y antes de salir de la pequeña ciudad, ya me había pasado a los pantalones cortos.

En segundo lugar, decidimos no «organizar» el viaje y encontrarnos con el camino que Google Maps nos daría. Empezamos por un tramo relativamente «aburrido», que consistía en enganchar ciudad tras ciudad, por ejemplo pasar de Ripollet a Montcada.

Empezamos a coger caminos realmente interesantes.

Una vez, pasado ciudades aburridas, nos encontramos con un tramo que rodea el río y pasamos por parques realmente divertidos. Ágiles, llenos de árboles pero muy cerca de la ciudad. Empezamos a disfrutar como enanos hasta que finalmente acabamos por un camino sin sombra y todo pista.

Allí, el sol aparece y nos empezó a chafar la mañana. Y justamente, unos niños en bicicleta nos retaron a dar la máxima velocidad haciendo carreras. Todo esto, desgastando una energía descomunal y un reencuentro humano como mucho hemos perdido. Todo esto, hasta pasar de Mollet del Vallés hasta la Roca del Vallés.

El camino seguía por una senda más bien calurosa, pistas que se volvían lentas y nuetras piernas novatas empezaban a mermarse después de los sprint realizados. Pero no había razón para parar.

Vuelta a la civilización.

Finalmente, llevamos a un polígono. Un tanto extraño, donde nos encontramos con doma de caballos, y grupos de personas más bien curiosas. Alucinamos con toda la vida y actividades que nos encontramos en cada pedaleo.

Ibamos en busca de fuentes, haciendo paradas necesarias para recuperar el agua que se evaporaba con cada rayo de sol. Y bueno, 2 litros y medio ya no parecen tanto cuando hace calor.

Llegando a la AP7.

Llegó la noche. Y con la noche, llegó el momento de atravesar ríos y bosques a «pie», mientras empujamos la bicicleta y nos agarra los matorrales. Con una visión más bien limitada por la poca luz que podía generar una dinámo casi parada, cogimos el camino paralelo a la autopista del mediterraneo.

Durante ese tramo, era rápido y sencillo. Muy fácil de circular y sin preocuparnos ni de coches ni de personas. Todo fue rodado, nunca mejor dicho. La motivación estaba en el aire, la superación seguía el curso… y la noche, cada vez más oscura. Por suerte, despejada.

Un nuevo poblado.

Llegamos a Sant Celoni, y lo recordaré porqué allí pude rellenar mis botellas de agua. Ya no hacía calor, pero era necesario tener agua para superar el desafío que todavía nos quedaban.

Allí, cerca de la fuente, unos niños dejaron de jugar para ver «quiénes eramos». Además, una pareja, se acercó para hablarnos de sus hijos y preguntarnos sobre nuestro viaje. Un momento más, totalmente humano. Un sentimiento, muchas veces olvidado en los días de hoy.

Un nuevo desafío.

Continuamos le viaje por carreteras secundarias en las que circulaba un patinete con una pareja. Nos encontramos con un tunel con pintadas, y curiosamente, nos encontramos con un spray de pintura medio escondido. Allí, hicimos historia compartiendo el mural que ya existía.

El viaje continuaba y el tramo más complicado se iba acercando. Y llegamos a Hostalric. En este lugar, nos encontramos a un nuevo compañero de ruta, con bicicleta eléctrica, que amablemente nos acompañó para guiarnos a lo que él consideraba la mejor ruta para escalar hasta Sant Hilari de Sacalm.

Una vez situados en el camino, tras atravesar el pueblo, llegó el desafío: nuestro destino más cerca que nunca y, a la vez, el momento más crítico.

Un cielo mágico llevado al límite.

La noche nos cubría. Las estrellas, eran increíbles. El miedo se apoderaba de ser atacados por alguna bestia salvaje. El peligroso tráfico nocturno, la pérdida de batería de las luces, el agotamiento físico y psicológico.

En pocas palabras: llego el peor momento de todo el camino. Llegamos a Breda, sin mucho problema, pero después de ese pueblo la subida se volvía épica. Y es que Arbúcies, fue un objetivo a batir.

La llegada al paraíso.

Tras un gran sufrimiento, llegamos a las 5 de la mañana a Sant Hilari. No pensamos mucho, montamos nuestras tiendas de campaña y dormimos… si se puede llamar así. No pasaron más de 2 horas, cuando mi compañero ya no podía dormir.

Nos levantamos y recogimos todo. No habíamos descansado, pero lo habíamos conseguido. Ahora, toda la subida, era bajada… una bajada de de más de 30 minutos.

Vuelta a Ripollet.

La vuelta fue mucho más sencilla. Era bajada… una bajada de 20 kilómetros. Unos 30 minutos sin tener que pedalear, con unos ánimos satisfechos de haber superado nuestro primer reto.

Es cierto, que hubo algún momento de «flaqueza» para volver en tren, pero con determinación terminamos toda la ruta el bicicleta. Con unos 180 km recorridos en total.

Finalmente, con una mezcla de satisfacción y agotamiento, regresamos a Ripollet, habiendo completado un emocionante viaje cicloturista de ida y vuelta a Sant Hilari de Sacalm. La experiencia nos dejó con recuerdos inolvidables y la certeza de que, a pesar de los desafíos, cada pedalada valió la pena.

14 comentarios en «De Ripollet a Sant Hilari de Sacalm, en bicicleta.»

  1. Hay una ruta por detrás, que es más fácil y suave para subir, cerca de Hostalric. Esta cerca del río y no hay mucho tráfico, por si la quieres probar.

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